Ab Iove principium
Esa mañana se alegró de no sentir dolores. Se levantó como en los buenos tiempos, bajó los peldaños de dos en dos, salió a la calle y cruzó corriendo las esquinas. Miró a las muchachas, fumó el cigarrillo que el médico le había prohibido y bebió la cerveza que tanto deseaba. Sólo cuando regresó a su casa y nadie lo saludó, recordó la frase que su abuelo le dijo una vez, cuando niño: el día que seas viejo, te levantes y no te duela nada, será porque estás muerto.
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