Cuba, la UDI y el PC
Lo más notorio de esta semana - inserciones en los periódicos,
protestas frente a la embajada, aspavientos de variada índole - fueron
los reclamos de la UDI.
La UDI reclamaba por la protección que Cuba ha prestado a los asesinos - algunos de ellos confesos - de Jaime Guzmán.
¿Tiene razón la UDI al reclamar a Castro - a Raúl, puesto que la
herida del tiempo ya derrotó a Fidel - por la protección que ha prestado a
los que acecharon primero y dispararon luego contra Guzmán?
Una de las reglas más viejas de la ética enseña que ella debe ser
universal y nunca depender de circunstancias particulares. Si se reclama
castigo por la muerte de Jaime Guzmán en tanto Jaime Guzmán (es decir,
en razón de ser él el sujeto que fundó la UDI y con el cual los actuales
dirigentes reconocen una relación discipular y de amistad) ese reclamo
no posee mayor valor moral. Las reglas de la ética deben ser
universales, es decir, aplicarse a cualquier ser humano que se encuentre
en las circunstancias del caso. Fue lo que enseñó - no está de más
repetirlo - Kant y lo que, en algún sentido, dijo Cristo cuando aconsejó
no hacer a los demás lo que no querrías te hicieran a ti (Mateo 7.12).
El reclamo de la muerte de Guzmán, entonces, no debe fundarse en los
afectos que sus discípulos sienten hacia él (puesto que esos afectos son
particulares), sino en el simple hecho de que Guzmán era un ser humano y
su vida intangible al margen de su desempeño (harto discutible si se
atiende al hecho que justificó un régimen que violó con esmero los
derechos que ahora sus amigos reclaman).
Es seguro, sin embargo, que hoy día los integrantes de la UDI aceptan
lo anterior: la intangibilidad de la vida humana y, como consecuencia,
la proscripción de cualquier forma de atentado en contra de ella con
prescindencia de las circunstancias. Es probable entonces que reclamen
por la impunidad del crimen de Jaime Guzmán no por ser Jaime Guzmán la
víctima, sino porque, en su opinión, ningún ser humano merece morir
asesinado de la forma en que Guzmán lo fue.
Bien.
Pero si lo anterior es así (si los amigos y partidarios de Guzmán se
han vuelto repentinamente kantianos) entonces deben hacerse a sí mismos
un reproche retrospectivo: porque durante décadas esgrimieron
circunstancias particulares para justificar o excusar, con relatos y
pretextos de variada índole, los crímenes que se cometieron en
dictadura, y sólo muy tardíamente (cuando era tan evidente que casi
carecía ya de todo mérito, como fue el caso del ministro Chadwick)
reconocieron que habían estado, durante casi toda su vida política,
respirando y defendiendo un gigantesco error.
Así, entonces, cuando la UDI paga insertos en los periódicos,
vocifera frente a la embajada de Cuba y hace aspavientos de variada
índole, en algún sentido los hace también contra sí misma y la increíble
indolencia y el triste papel que sus dirigentes ejecutaron cuando
negaban los crímenes de la dictadura, los justificaban o los
relativizaban.
Y lo que le ocurre a la UDI le ocurre también, al revés, al Partido Comunista.
Los comunistas fueron víctimas de la dictadura -se les torturó, hizo
desaparecer y, cuando subsistían, se les exilió- de manera que saben en
carne propia de qué se trata el abuso. Y cuando reclaman contra los
crímenes que padecieron en la dictadura lo deben hacer no en razón de
ser comunistas las víctimas, sino en razón de ser simples seres humanos
que no merecían, bajo circunstancia alguna, al igual que Guzmán, ser
asesinados o desaparecidos.
Bien también.
Pero si ese es el caso - si los comunistas también se han vuelto
kantianos -, entonces, ¿qué explica el silencio que guardan frente a los
abusos de variada índole que padecen los cubanos, carentes de la amplia
gama de libertades políticas que son propias de la democracia? ¿Por qué
lo que era malo de hacer a los opositores a Pinochet, no es malo de
hacer a los opositores a Castro?
No cabe duda. Cuando se esgrime una razón moral ha de invocarse una
condición aplicable a todos (¿verdad, senador Larraín, ministro
Chadwick, senador Coloma? ¿Verdad, diputado Tellier?) y no sólo a los
amigos.
Carlos Peña
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