lunes, abril 24, 2006

Chile le queda grande a los políticos.


El pasado jueves 20 del mes en curso Fernando Flores Labra recibió la primera versión del premio Chile: País Digital, ocasión en la cual habló de la angustia y de su lado benéfico (ver artículo en Atina Chile)

En su exposición destaco su llamado a intentar dar un salto, para no llegar tarde, como siempre nos ocurre, lo cual me lleva a reflexionar acerca del tema que da el título a este post.

En efecto, estoy firmemente convencido que Chile le queda grande a los políticos.

A la mayoría, al menos, porque - afortunadamente - hay hombres como Flores Labra que hacen que la esperanza no desaparezca ni desfallezca.

En el siglo XIX Chile abortó su gran oportunidad para escapar de la pobreza y del subdesarrollo al caer en una cruenta guerra civil y en posteriores rencillas partidistas que impidieron que los líderes pudieran mirar más allá de sus narices. El resto, lo conocemos bien.

Hoy, pareciera que, si no se establece una corrección en la forma de pensar el país, podemos terminar nuevamente dándonos cabezazos contra nuestra propia estulticia, porque nuevamente los políticos parecen estar más preocupados de mirarse el ombligo y los zapatos que el horizonte de nuestro destino, ayudados, por cierto, por una cáfila no menor de compatriotas, a los que les resulta cómodo tal proceder.

Los ejemplos abundan y detallarlos daría pábulo a llenar un tomo entero, pero podemos citar algunos casos:

1. No hay - o no se visualiza - una política coherente, una política de Estado, que fije el rumbo en los próximos años en materia de generación, obtención y gasto de energía.
En efecto, se ha dejado al libre arbitrio de las transnacionales, dueñas de las empresas generadoras y distribuidoras de energía, la fijación de las necesidades energéticas del país, las cuales - con el ya conocido propósito de obtener las mayores utilidades en el menor tiempo posible - han convencidos a las autoridades que la solución radica en construir más centrales hidroeléctricas, las que tienen un enorme e irreversible impacto sobre el ambiente y, en consecuencia, sobre los propios chilenos.
La solución al problema energético radica, por una parte, en buscar creativamente nuevas fuentes (ver mi post en Atina Chile), pero también - y básicamente - en optimizar los recursos energéticos disponibles a la fecha.

2. No hay - o no se visualiza - una política de Estado que establezca un marco de regulación respecto del abandono de las áreas de explotación de las grandes mineras que operan en nuestro país, dejando, una vez más, a la voluntad de las transnacionales la decisión de cómo operar al respecto.
Esta situación no es menor, por cuanto cada faena de explotación genera residuos que se controlan en vastos sectores de relave, los cuales son abandonados al término de dicha explotación, sin que haya normas claras, generando con ello amplias zonas muertas, inútiles para todo propósito.
Es cierto que el desierto es grande, pero nuestro país no lo es y no podemos hipotecar nuestro futuro, porque a la larga terminaremos por cubrir todo el norte con residuos y el desierto será doblemente desierto.

3. No hay - o no se visualiza - una política de Estado que se oriente a que nuestro país supere lo que ha venido realizando desde el siglo XIX: exportar materias primas.
A la fecha los altos índices de exportaciones están en la minería, en los alimentos y en la industria salmonera, pero todo es enviado al extranjero con escaso o ningún valor agregado, razón principal de porqué China firmó tal rápida y alegremente el TLC con nuestro país, amén de que, en la práctica, somos un grano de arena en el zapato económico del gigante.

4. No hay - o no se visualiza - una política de Estado que de manera contundente fije, de una vez por todas, un programa de transporte público efectivo y no efectista.
Se nos dijo que el Trans Santiago permitiría que los santiaguinos se bajaran del auto, pero la mala calidad del servicio, el mal funcionamiento y la mala elaboración del proyecto lo único que ha logrado es que los habitantes de la metrópolis se bajen de los buses y se suban a otros autos.

5. No hay - o no se visualiza - una política de Estado que apunte a resolver definitivamente el problema de contaminación ambiental, tanto en Santiago como en regiones, puesto que de manera reiterada renacen cada cierto tiempo los viejos problemas que se nos había dicho estaban superados, enterándonos con asombro que el financiamiento para las instituciones encargadas de controlar el problema han sido sistemática y permanentemente disminuido.

Ciertamente, como dije, hay otros problemas - tanto o tal vez más importantes que los que acabo de mencionar -, pero, como dice el dicho: con un botón de muestra, basta..........con cinco, en este caso.

Ahora, cabe también decir que, la otra opción, es que - si el país no les queda grande a los políticos - éste es un traje que, a fin de cuentas, no saben cómo ponérselo.

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