Guido, el monstruo que hemos creamos.
Este artículo del amigo Tomás Huerta M. apareció en Gran Valparaíso el pasado sábado:
ES UN POLITICO hábil, qué duda cabe. Acostumbrado a la polémica. Mezcla curiosa de liberal, socialdemócrata, ambientalista, populista, farandulero, progresista y parlamentario-de-gobierno-pero-de-oposición-si-me-conviene. Pero, sobre todo, es un animal político, un animal de poder. Al final, carece de toda ideología, como su partido, el PPD. Sólo la búsqueda y acumulación de poder explican su meteórica carrera política.
Sabe utilizar perfectamente el instrumento mágico de la política moderna, la televisión. Sabe atraer las cámaras arrastrando ataúdes a la Moneda, protestando de cualquier manera frente a la embajada de turno. Se da el lujo de tratar como delincuentes a un grupo de empresarios, sin individualizar y sin necesidad de dar argumentos. Sabe mejor que nadie que no importa tanto argumentar ante las cámaras, sino que aparecer. Captar segundos en TV. Aparecer. Ser un político activo, presente. No importa mucho si hay o no razones, importa si se ganan instantes de figuración. No se equivoca: nuestra "democracia" paga bien esa manera de comportarse.
Es capaz de ofrecerle un par de zapatillas a un niño si ve la oportunidad de destruir a un adversario con los medios más bajos que ha conocido, hasta ahora, la política chilena. También puede cargar al presupuesto de la Cámara de Diputados el envío de cartas a militantes del PPD. En verdad, no trepida en medios si se trata de conservar o ganar poder. Nunca lo ha hecho. Como anécdota, puede agregarse que fue uno de los pocos chilenos en alegrarse espontáneamente por el dramático descenso de la natalidad reflejado en el último censo.
El pecado de Guido es ser el más hábil de esta generación de nuevos políticos. Nada de quedarse atrás, nada con los escrúpulos, nada con la conciencia. Simplemente, avanzar. Avanzar. Aparecer, controlar. Ganarse la lealtad de los operadores políticos, tan importantes en el engranaje. Tratar de estar bien cubierto: el distrito para el padre, la comuna para la hermana y la concejalía para la señora. No está mal.
Está nuevamente en el ojo de la tormenta. Esta vez parece ser más complicada que las anteriores. Hay enemigos internos que no quieren avalarlo una vez más. Se siente perseguido. De cualquier modo, intenta defenderse como puede. Ya logró que el director del SII afirmara que la compra de facturas falsas no es delito tributario. En su caso, claro. No vaya usted a creer que es lo mismo para todos.
El pecado de Guido es ser el más hábil. El único capaz de llevar al extremo el único principio: la ausencia total de principios de acción política. En la política según Guido, no hay ideas, hay imágenes. En la política según Guido, no hay argumentos, hay amenazas e insultos por TV. En la política según Guido, no hay tampoco lealtad política: hay lealtad hacia sí mismo y hacia el poder. En la política según Guido, no hay trabajo silencioso, no hay frutos a largo plazo: sólo existen el aquí y el ahora. En la política según Guido, en fin, no hay que perder mucho tiempo distinguiendo entre platas públicas, privadas o personales. Si al final, todas ellas sirven al mismo objetivo: el poder.
Guido no es más que un muy buen síntoma de cómo funciona por estos días la "democracia" chilena. Esta es una oportunidad para deshacernos de este estilo que corrompe las instituciones. Pero soy escéptico: hemos dejado que Guido acumule demasiado poder. Es muy tarde para detenerlo.
ES UN POLITICO hábil, qué duda cabe. Acostumbrado a la polémica. Mezcla curiosa de liberal, socialdemócrata, ambientalista, populista, farandulero, progresista y parlamentario-de-gobierno-pero-de-oposición-si-me-conviene. Pero, sobre todo, es un animal político, un animal de poder. Al final, carece de toda ideología, como su partido, el PPD. Sólo la búsqueda y acumulación de poder explican su meteórica carrera política.
Sabe utilizar perfectamente el instrumento mágico de la política moderna, la televisión. Sabe atraer las cámaras arrastrando ataúdes a la Moneda, protestando de cualquier manera frente a la embajada de turno. Se da el lujo de tratar como delincuentes a un grupo de empresarios, sin individualizar y sin necesidad de dar argumentos. Sabe mejor que nadie que no importa tanto argumentar ante las cámaras, sino que aparecer. Captar segundos en TV. Aparecer. Ser un político activo, presente. No importa mucho si hay o no razones, importa si se ganan instantes de figuración. No se equivoca: nuestra "democracia" paga bien esa manera de comportarse.
Es capaz de ofrecerle un par de zapatillas a un niño si ve la oportunidad de destruir a un adversario con los medios más bajos que ha conocido, hasta ahora, la política chilena. También puede cargar al presupuesto de la Cámara de Diputados el envío de cartas a militantes del PPD. En verdad, no trepida en medios si se trata de conservar o ganar poder. Nunca lo ha hecho. Como anécdota, puede agregarse que fue uno de los pocos chilenos en alegrarse espontáneamente por el dramático descenso de la natalidad reflejado en el último censo.
El pecado de Guido es ser el más hábil de esta generación de nuevos políticos. Nada de quedarse atrás, nada con los escrúpulos, nada con la conciencia. Simplemente, avanzar. Avanzar. Aparecer, controlar. Ganarse la lealtad de los operadores políticos, tan importantes en el engranaje. Tratar de estar bien cubierto: el distrito para el padre, la comuna para la hermana y la concejalía para la señora. No está mal.
Está nuevamente en el ojo de la tormenta. Esta vez parece ser más complicada que las anteriores. Hay enemigos internos que no quieren avalarlo una vez más. Se siente perseguido. De cualquier modo, intenta defenderse como puede. Ya logró que el director del SII afirmara que la compra de facturas falsas no es delito tributario. En su caso, claro. No vaya usted a creer que es lo mismo para todos.
El pecado de Guido es ser el más hábil. El único capaz de llevar al extremo el único principio: la ausencia total de principios de acción política. En la política según Guido, no hay ideas, hay imágenes. En la política según Guido, no hay argumentos, hay amenazas e insultos por TV. En la política según Guido, no hay tampoco lealtad política: hay lealtad hacia sí mismo y hacia el poder. En la política según Guido, no hay trabajo silencioso, no hay frutos a largo plazo: sólo existen el aquí y el ahora. En la política según Guido, en fin, no hay que perder mucho tiempo distinguiendo entre platas públicas, privadas o personales. Si al final, todas ellas sirven al mismo objetivo: el poder.
Guido no es más que un muy buen síntoma de cómo funciona por estos días la "democracia" chilena. Esta es una oportunidad para deshacernos de este estilo que corrompe las instituciones. Pero soy escéptico: hemos dejado que Guido acumule demasiado poder. Es muy tarde para detenerlo.
Tomás Huerta M.
(18/11/06)
PD: este post está colocado en la Portada de hoy de AtinaChile.
2 Comentarios:
Si apareciese un post similar deicado a F. Flores, lo publicaría Atina Chile?
"Si apareciese"........... sí; ahora, que los de Atina Chile lo mantengan "levantado", eso es otra cosa y no me puedo hacer responsable de ello.
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