Publicam, la nueva versión de Fuenteovejuna, donde nadie fue, nadie sabía y nadie hizo nada.
La notable obra de Lope de Vega, escrita en el año 1612, presenta, transcurridos ya 394 años desde su aparición, una turbadora vigencia en nuestros días, no tanto por el carácter reivindicatorio del tema, sino por las consecuencias que el acto del pueblo tiene sobre la aplicación de justicia que debe realizar el juez respecto de los responsables de la muerte del Comendador del Rey.
Recordemos que cada vez que el magistrado preguntó a cada aldeano que quien mató al funcionario real, la respuesta fue siempre la misma: "fuenteovejuna, señor". Y el juez no pudo aplicar justicia.
Llegó el rey Don Fernando, incrédulo del relato que le habían hecho y al preguntar lo mismo, la respuesta siguió siendo "fuenteovejuna, señor". Y el rey no pudo aplicar justicia, porque debía darle muerte a todo el pueblo y eso era imposible.
O sea, cuando todos son culpables, nadie es culpable.
Hoy asistimos en Chile a una situación similar en la forma, aunque menos reivindicatoria puesto que, en este caso, no es el pueblo el que aduce esta exención de responsabilidad por el agravio ocasionado, sino algunos miembros de la clase política - esa misma clase que navega y profita de privilegios de los que el resto de los ciudadanos carece totalmente - para eludir su responsabilidad.
Las facturas de Publicam van y vienen y a esta alturas ningún candidato - entonces - y Honorable - hoy -, tiene idea de nada. Nadie fue. Nadie sabía. Todo se hizo. Todo se pagó. Sin embargo, Publicam no existe más que en los papeles.
A estas alturas es absolutamente claro que esta “empresa” surgió con el único y deliberado propósito de justificar gastos que nunca se realizaron para así sacar una tajada más de la enorme torta que algunos políticos se comen a costillas del ciudadano que vota por ellos, paga sus impuestos y se levanta cada día para concurrir a su trabajo o a su lugar de estudios.
Y el problema es transversal, como le gusta decir a algunos, porque va desde la Concertación a la Alianza (a estas alturas es casi un chiste hablar de Concertación y derecha, porque, en los hechos, están todos al mismo lado, casi juntos), ya que tanto Guido Girardi, como Lily Pérez y Carolina Tohá, como Sebastián Piñera, están involucrados en la misma obscura y siniestra situación.
La decisión del Senador Fernando Flores Labra de automarginarse del Partido al que pertenece es reflejo de dos cosas: una, que en política aún hay gente honesta y transparente y dos, que la trama de corrupción y de intereses es algo que casi no tiene solución, puesto que el sistema político se sustenta en ellos.
En efecto, a la luz de los dichos y de los hechos, pareciera que cada candidato(a) es una especie de objeto sometido a las maromas y decisiones de un grupo de colaboradores; un objeto sujeto (valga la paradoja) a intereses ajenos a él(ella) mismo(a); un(a) actor(actriz) de tercera clase en la representación teatral, que aparece sólo al final de la obra; un(a) ignorante total de lo que sucede a su alrededor; un(a) ingenuo(a); un(a) desinteresado(a) servidor(a). En la práctica, todo no es sino una bien planeada estrategia para gastar lo menos posible y cobrarle al Estado lo más posible, utilizando para ello facturas de empresas fantasmas, como Publicam.
Y así, cuando el país entero pregunta, nadie sabía, nadie fue, nadie hizo nada, como en la obra de Lope de Vega.
Recordemos que cada vez que el magistrado preguntó a cada aldeano que quien mató al funcionario real, la respuesta fue siempre la misma: "fuenteovejuna, señor". Y el juez no pudo aplicar justicia.
Llegó el rey Don Fernando, incrédulo del relato que le habían hecho y al preguntar lo mismo, la respuesta siguió siendo "fuenteovejuna, señor". Y el rey no pudo aplicar justicia, porque debía darle muerte a todo el pueblo y eso era imposible.
O sea, cuando todos son culpables, nadie es culpable.
Hoy asistimos en Chile a una situación similar en la forma, aunque menos reivindicatoria puesto que, en este caso, no es el pueblo el que aduce esta exención de responsabilidad por el agravio ocasionado, sino algunos miembros de la clase política - esa misma clase que navega y profita de privilegios de los que el resto de los ciudadanos carece totalmente - para eludir su responsabilidad.
Las facturas de Publicam van y vienen y a esta alturas ningún candidato - entonces - y Honorable - hoy -, tiene idea de nada. Nadie fue. Nadie sabía. Todo se hizo. Todo se pagó. Sin embargo, Publicam no existe más que en los papeles.
A estas alturas es absolutamente claro que esta “empresa” surgió con el único y deliberado propósito de justificar gastos que nunca se realizaron para así sacar una tajada más de la enorme torta que algunos políticos se comen a costillas del ciudadano que vota por ellos, paga sus impuestos y se levanta cada día para concurrir a su trabajo o a su lugar de estudios.
Y el problema es transversal, como le gusta decir a algunos, porque va desde la Concertación a la Alianza (a estas alturas es casi un chiste hablar de Concertación y derecha, porque, en los hechos, están todos al mismo lado, casi juntos), ya que tanto Guido Girardi, como Lily Pérez y Carolina Tohá, como Sebastián Piñera, están involucrados en la misma obscura y siniestra situación.
La decisión del Senador Fernando Flores Labra de automarginarse del Partido al que pertenece es reflejo de dos cosas: una, que en política aún hay gente honesta y transparente y dos, que la trama de corrupción y de intereses es algo que casi no tiene solución, puesto que el sistema político se sustenta en ellos.
En efecto, a la luz de los dichos y de los hechos, pareciera que cada candidato(a) es una especie de objeto sometido a las maromas y decisiones de un grupo de colaboradores; un objeto sujeto (valga la paradoja) a intereses ajenos a él(ella) mismo(a); un(a) actor(actriz) de tercera clase en la representación teatral, que aparece sólo al final de la obra; un(a) ignorante total de lo que sucede a su alrededor; un(a) ingenuo(a); un(a) desinteresado(a) servidor(a). En la práctica, todo no es sino una bien planeada estrategia para gastar lo menos posible y cobrarle al Estado lo más posible, utilizando para ello facturas de empresas fantasmas, como Publicam.
Y así, cuando el país entero pregunta, nadie sabía, nadie fue, nadie hizo nada, como en la obra de Lope de Vega.
PD: este post fue colocado en el día de hoy en la portada de AtinaChile.
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