martes, noviembre 07, 2006

El quiltro, símbolo de nuestra idiosincracia.

A continuación transcribo un comentario que el amigo José María Muñoz hizo a mi artículo en Gran Valparaíso , el que me parece de gran lucidez y de fina ironía y que deseo compartir con ustedes:

El quiltro nos refleja como sociedad; es producto total del descuido y la informalidad, es la cacha mal hecha, el resultado de que no nos molesta lo indefinido, es un reflejo de la poca importancia que le damos a lo funcional y la especialización, se les cría y luego que se las arreglen sólos "emprendiendo" en la calle tal como les exige el discurso embrutecido actual a los jóvenes que no encuentran pega.

El quiltro callejero es un emprendedor porque se quedó fuera de una sociedad injusta y saturada, a pesar de ser perro no tiene raza ni menos partido político ni pitutos; es un producto de la saturación del mercado de perros con correa, ni siquiera aprender a hacer gracias le sirve para vivir decentemente, tampoco heredó bienes de su familia; es un hijo ilegítimo sin derechos, vive en la calle pero es feliz, muere en la miseria sin necesidad de estar en una AFP, cuando gruñe o ladra de hambre se le apalea, se le asesina o se le bota lejos, las leyes se crean para los perros de raza, no para quiltros malolientes.

Como es un animalito, desde el Estado se decide sobre su natalidad o si conviene la eutanasia, mientras algunos hipócritas hacen defensas histéricas de sus poco representativas e integristas creencias sacándolos de su naturaleza biológica y creyéndolos, como se creen ellos mismos, seres etéreos autoflagelantes de su condición, cual angelitos asexuados con el pirulín de adorno. Bueno, para qué alarmarse tanto ¿o este país no es igual o peor con las personas?

El problema de los quiltros callejeros vamos a eliminarlo cuando cambiemos muchas otras cosas propias de nuestra chilenidad; sentimientos de superioridad de unos sobre otros, impuntualidad, astucias y pillerías, feísmo, pacatería, abusos de poder, picantería arribista, complejos sexuales, irresponsabilidad y otras características nacionales asociadas a nuestro subdesarrollo molecular. En fin, el problema de la quiltrería ambulante se solucionará con "educación" pero el día del ñafle, mientras tanto, hay mucho tiempo para seguir escuchando a los defensores de los perros vagos, humanizándolos, pero sólo hasta donde esto puede implicar preocupaciones y responsabilidades.

Tristemente, las metáforas son sólo metáforas y el perro es sólo un animal. La integridad física de una sóla persona debería ser más importante que la vida de todos esos pobres quiltros que deambulan por el país.

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