¿Por qué Chile debe contar con Fuerzas Armadas Profesionales?
Este tema ha sido amplia y profusamente analizado desde hace un tiempo a la fecha en nuestro país, en particular como consecuencia de la participación de algunos grupos que se oponen al Servicio Militar Obligatorio aduciendo problemas de conciencia, que es una manera eufemística - pero no elegante - de sacarle el cuerpo a las obligaciones y deberes que conlleva la condición de ciudadano de un individuo; mas, paradójicamente, en los últimos años no ha sido necesario recurrir al expediente de obligar a los jóvenes a cumplir con su deber puesto que un gran contingente de voluntarios ha cubierto amplia y sobradamente tal necesidad. Sin embargo, la cuestión persiste y lo que deseo en este post es hacer un análisis acerca de la conveniencia o no de contar con Fuerzas Armadas Profesionales en nuestro país.
Es un hecho que cuanto más crece el nivel de vida más crece el rechazo al Servicio Militar Obligatorio y más se multiplican las presiones a favor contar con Fuerzas Armadas Profesionales, sin embargo hay más reticencias políticas - e incluso emotivas, como veremos - que económicas para retrasar la creación de un contingente profesional. De hecho, es un absurdo pensar que tener militares profesionales cuesta más caro que contar con Fuerzas compuestas por conscriptos, puesto que es exactamente lo contrario: en términos económicos, o sea, en términos de lo que la Defensa Nacional impone como costo económico al país, unas Fuerzas Armadas profesionales son menos costosas que el Servicio Militar Obligatorio; en otras palabras, como todo lo que es gratuito, contar con conscriptos es un engaño, porque, en la práctica, el Servicio Militar Obligatorio impone a la sociedad tres categorías de costos que se olvidan o callan y una de carácter emotivo – o egoísta, mejor dicho - que todos silencian:
- Mala utilización del capital productivo: las Fuerzas Armadas se encuentran en la situación de una empresa que dispone de todos los medios para obtener su mano de obra necesaria a un precio muy por debajo de su precio de mercado ¿el resultado? Mano de obra menos cara, de donde se desprende la sustitución del trabajo humano por máquinas. El Servicio Militar Obligatorio genera un coeficiente trabajo/capital que se encuentra muy lejos del nivel óptimo que garantizaría una mejor utilización de los recursos que la sociedad pone a su alcance. En otras palabras, la Defensa Nacional cuesta más caro - globalmente - que lo que debiera puesto que se emplean demasiados hombres y muy poco equipo.
- Hay un verdadero despilfarro humano ligado a la subutilización de la capacidad productiva de cada hombre durante el tiempo que dedica al Servicio Militar Obligatorio, puesto que el verdadero costo del recluta para la sociedad no es el modesto sueldo que se le entrega o el precio de las municiones que emplea en su instrucción, sino el salario acumulado que hubiese percibido en la vida laboral durante su período en el Servicio Militar Obligatorio. Es cierto que es el recluta mismo quien soporta - y sufre - esa suerte de "impuesto" oculto, pero en el fondo toda la sociedad experimenta sus efectos en la medida en que el volumen global de bienes y servicios producidos por ella es inferior a lo que sería si la Defensa Nacional pagara su mano de obra a precios reales.
- Hay un fuerte costo social ligado al carácter francamente regresivo del "impuesto" - al que he hecho mención - que recae sobre los conscriptos. En efecto, cuando se examina cómo se distribuye la incidencia de ese "impuesto" oculto, constatamos que el sistema es muy favorable a los más ricos y muy desfavorable a los más pobres ¿Por qué?, pues porque todos los mecanismos de prórrogas o exenciones son mucho más favorables a los jóvenes que realizan estudios universitarios que a los que no asisten a la universidad. Así, en término medio, el "impuesto" así recaudado sobre la juventud de nuestro país es mayor en las categorías menos favorecidas que en las más ricas.
- Finalmente, cabe decir que quienes han hecho el Servicio Militar Obligatorio, pagando el "impuesto" en su juventud, consideran que la sociedad chilena tiene una deuda con ellos, deuda que es igual al valor total de dicho "impuesto" y la devolución de esa deuda se efectúa por medio del nuevo "impuesto" que pagan las generaciones sucesivas de nuevos conscriptos.
Por tanto, resulta claro que la conversión de unas Fuerzas Armadas compuestas por conscriptos en unas compuestas por profesionales depende fundamentalmente, por un lado, de la evolución de la pirámide de edades (puesto que así como cuanto más vieja es la población, mayor será la reticencia a crear un contingente regular, ocurre exactamente lo contrario cuando aquella es más joven) y, por otro, del peso efectivo del "impuesto" que recae sobre las generaciones precedentes.
Y a estas alturas de nuestro desarrollo, las cosas deben cambiar en nuestro país, especialmente en este aspecto.
Es un hecho que cuanto más crece el nivel de vida más crece el rechazo al Servicio Militar Obligatorio y más se multiplican las presiones a favor contar con Fuerzas Armadas Profesionales, sin embargo hay más reticencias políticas - e incluso emotivas, como veremos - que económicas para retrasar la creación de un contingente profesional. De hecho, es un absurdo pensar que tener militares profesionales cuesta más caro que contar con Fuerzas compuestas por conscriptos, puesto que es exactamente lo contrario: en términos económicos, o sea, en términos de lo que la Defensa Nacional impone como costo económico al país, unas Fuerzas Armadas profesionales son menos costosas que el Servicio Militar Obligatorio; en otras palabras, como todo lo que es gratuito, contar con conscriptos es un engaño, porque, en la práctica, el Servicio Militar Obligatorio impone a la sociedad tres categorías de costos que se olvidan o callan y una de carácter emotivo – o egoísta, mejor dicho - que todos silencian:
- Mala utilización del capital productivo: las Fuerzas Armadas se encuentran en la situación de una empresa que dispone de todos los medios para obtener su mano de obra necesaria a un precio muy por debajo de su precio de mercado ¿el resultado? Mano de obra menos cara, de donde se desprende la sustitución del trabajo humano por máquinas. El Servicio Militar Obligatorio genera un coeficiente trabajo/capital que se encuentra muy lejos del nivel óptimo que garantizaría una mejor utilización de los recursos que la sociedad pone a su alcance. En otras palabras, la Defensa Nacional cuesta más caro - globalmente - que lo que debiera puesto que se emplean demasiados hombres y muy poco equipo.
- Hay un verdadero despilfarro humano ligado a la subutilización de la capacidad productiva de cada hombre durante el tiempo que dedica al Servicio Militar Obligatorio, puesto que el verdadero costo del recluta para la sociedad no es el modesto sueldo que se le entrega o el precio de las municiones que emplea en su instrucción, sino el salario acumulado que hubiese percibido en la vida laboral durante su período en el Servicio Militar Obligatorio. Es cierto que es el recluta mismo quien soporta - y sufre - esa suerte de "impuesto" oculto, pero en el fondo toda la sociedad experimenta sus efectos en la medida en que el volumen global de bienes y servicios producidos por ella es inferior a lo que sería si la Defensa Nacional pagara su mano de obra a precios reales.
- Hay un fuerte costo social ligado al carácter francamente regresivo del "impuesto" - al que he hecho mención - que recae sobre los conscriptos. En efecto, cuando se examina cómo se distribuye la incidencia de ese "impuesto" oculto, constatamos que el sistema es muy favorable a los más ricos y muy desfavorable a los más pobres ¿Por qué?, pues porque todos los mecanismos de prórrogas o exenciones son mucho más favorables a los jóvenes que realizan estudios universitarios que a los que no asisten a la universidad. Así, en término medio, el "impuesto" así recaudado sobre la juventud de nuestro país es mayor en las categorías menos favorecidas que en las más ricas.
- Finalmente, cabe decir que quienes han hecho el Servicio Militar Obligatorio, pagando el "impuesto" en su juventud, consideran que la sociedad chilena tiene una deuda con ellos, deuda que es igual al valor total de dicho "impuesto" y la devolución de esa deuda se efectúa por medio del nuevo "impuesto" que pagan las generaciones sucesivas de nuevos conscriptos.
Por tanto, resulta claro que la conversión de unas Fuerzas Armadas compuestas por conscriptos en unas compuestas por profesionales depende fundamentalmente, por un lado, de la evolución de la pirámide de edades (puesto que así como cuanto más vieja es la población, mayor será la reticencia a crear un contingente regular, ocurre exactamente lo contrario cuando aquella es más joven) y, por otro, del peso efectivo del "impuesto" que recae sobre las generaciones precedentes.
Y a estas alturas de nuestro desarrollo, las cosas deben cambiar en nuestro país, especialmente en este aspecto.
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