La Copa Davis o el ascenso de la mediocridad.
Pensaba el jueves pasado en escribir mi pronóstico respecto del resultado del encuentro entre Chile e Israel por Copa Davis pero no lo hice puesto que en el rincón más secreto de mi corazón de chileno algo me decía que, si bien no estaba equivocado del todo, había en esa reflexión algo de pesimismo soberbio y rebelde que, en el fondo y a fin de cuentas, no era bueno ni para mí ni para nadie, por lo que me abstuve, recordando la frase aquella que nos decía siempre el querido y recordado cura Goyo (Gregorio Donoso Phillipi, S.J.) - que me privilegió con su amistad - para cuando la prudencia cediera y el impulso acechara para impelernos a decir palabras ingratas o a hablar mal de alguien: Et quid, quaeso, hinc lucri provenit? (Y entonces, ¿qué provecho puede haber en esto?)
Y como a la hora en que escribo esto ya la batalla terminó y nunca ha sido bueno querer ser General después de ella, tampoco diré cual era ese pronóstico, aunque sólo repetiré que no estaba equivocado del todo.
Sin embargo, no puedo dejar de expresar que lo interesante de esto no es el resultado en sí ya que el perder es una posibilidad en toda justa deportiva o de otro tipo, así como lo es el ganar. Lo interesante, a mi juicio, fueron las declaraciones de Fernando González y de Hans Gildemeister, ya que ninguno de los dos consideró la derrota ante Israel como un fracaso, lo que me hizo preguntarme: y si la derrota no es un fracaso, si salir del Grupo Mundial para descender a la zona americana, una especie de segunda división del tenis, ¿qué es, entonces? ¿Cómo podemos o debemos llamarla? Ciertamente nadie puede desconocer que el tenis es uno de los deportes que más satisfacciones nos ha dado a los chilenos, tan huérfanos de éxitos deportivos importantes; pero no es menos cierto que, salvo en la época de Fillol y Cornejo, la participación de los equipos nacionales en Copa Davis han resultado un total y rotundo fracaso, con el portentoso talento del Chino Ríos incluido.
¿La causa? A mi entender, la total y absoluta carencia de autocrítica de los actores, no sólo en este caso, sino en cualquier disciplina deportiva, económica, política o de lo que sea, ya que en nuestro país NUNCA, NADIE, en NADA, asume su responsabilidad. Siempre la culpa o la responsabilidad es de otro y cuando no es de otro entonces el fracaso no es tal, puesto que, por último, "nos sirve de experiencia", para, a poco andar, cometer los mismos errores y dar a continuación las mismas añejas y banales explicaciones. Y si el jugador número seis del Mundo no es capaz de vencer al centésimo quinto del ranking y no sólo no es capaz de vencerlo, sino que es derrotado, ¿cuál es la diferencia entre uno y otro, entonces? El movimiento se prueba andando, afirmó Diógenes, el Cínico, como respuesta a Zenón y a sus célebres paradojas de Aquiles y la tortuga, de la flecha y del estadio contra la realidad del movimiento y, parodiándolo (a Diógenes, no a Zenón), podríamos decir que la calidad se prueba en la cancha y la diferencia de ranking se demuestra en el marcador, si no, ambas no sirven o………... no existen, simplemente.
Dadas las cosas, el resultado y las pueriles declaraciones de Hans y Fernando mucho me temo que ellas sean el síntoma de que se haya instalado entre nosotros – posiblemente para no irse nunca más (o quizás porque siempre habitó entre nosotros sin que nos diéramos cuenta) – una cultura de la mediocridad, de la chambonería; una cultura del maestro chasquilla, que hace de todo pero que todo lo hace mal o a medias. Una cultura del descompromiso, en donde ganar o perder da lo mismo; en que hacer bien o mal las cosas no marca diferencia; en la cual estar a la cabeza o la cola de la fila a nadie le interesa o importa. Una cultura en donde la carga se arregla en el camino…………… siempre que se pueda. Una cultura chata, deforme y conformista, en la cual lo importante no es ganar, sino competir. Una cultura en que la culpa de nuestra cojera siempre la tiene el empedrado. Una cultura basada en la desidia………………. una cultura de mirmidones.
Más de una o uno dirá que exagero, pero ¿exagero, en verdad?
Ouden mathn (nada en vano), decía Aristóteles, queriendo expresar que todo lo que existe o hacemos tiene un propósito, afirmación de la que se colgó Tomás de Aquino para explicar la obra divina………….. pero ese es otro cuento. En lo que nos ocupa, NUNCA, NADA y a NADIE debiera darle lo mismo estar arriba o abajo ya que en caso contrario seguiremos como estamos, porque no es lo mismo ganar que perder, porque no es igual ser tartamudo que facundo, ser agradecido que ingrato o ser criminal que inocente.
Por ello, nada en vano, nada a medias: ni en el deporte, ni en la economía, ni en la política, ni es nuestras personales vidas y acciones.
Hagamos las cosas y hagámoslas bien.
¿Las explicaciones? olvidémoslas…………….. porque ya estamos hartos de ellas.
Y como a la hora en que escribo esto ya la batalla terminó y nunca ha sido bueno querer ser General después de ella, tampoco diré cual era ese pronóstico, aunque sólo repetiré que no estaba equivocado del todo.
Sin embargo, no puedo dejar de expresar que lo interesante de esto no es el resultado en sí ya que el perder es una posibilidad en toda justa deportiva o de otro tipo, así como lo es el ganar. Lo interesante, a mi juicio, fueron las declaraciones de Fernando González y de Hans Gildemeister, ya que ninguno de los dos consideró la derrota ante Israel como un fracaso, lo que me hizo preguntarme: y si la derrota no es un fracaso, si salir del Grupo Mundial para descender a la zona americana, una especie de segunda división del tenis, ¿qué es, entonces? ¿Cómo podemos o debemos llamarla? Ciertamente nadie puede desconocer que el tenis es uno de los deportes que más satisfacciones nos ha dado a los chilenos, tan huérfanos de éxitos deportivos importantes; pero no es menos cierto que, salvo en la época de Fillol y Cornejo, la participación de los equipos nacionales en Copa Davis han resultado un total y rotundo fracaso, con el portentoso talento del Chino Ríos incluido.
¿La causa? A mi entender, la total y absoluta carencia de autocrítica de los actores, no sólo en este caso, sino en cualquier disciplina deportiva, económica, política o de lo que sea, ya que en nuestro país NUNCA, NADIE, en NADA, asume su responsabilidad. Siempre la culpa o la responsabilidad es de otro y cuando no es de otro entonces el fracaso no es tal, puesto que, por último, "nos sirve de experiencia", para, a poco andar, cometer los mismos errores y dar a continuación las mismas añejas y banales explicaciones. Y si el jugador número seis del Mundo no es capaz de vencer al centésimo quinto del ranking y no sólo no es capaz de vencerlo, sino que es derrotado, ¿cuál es la diferencia entre uno y otro, entonces? El movimiento se prueba andando, afirmó Diógenes, el Cínico, como respuesta a Zenón y a sus célebres paradojas de Aquiles y la tortuga, de la flecha y del estadio contra la realidad del movimiento y, parodiándolo (a Diógenes, no a Zenón), podríamos decir que la calidad se prueba en la cancha y la diferencia de ranking se demuestra en el marcador, si no, ambas no sirven o………... no existen, simplemente.
Dadas las cosas, el resultado y las pueriles declaraciones de Hans y Fernando mucho me temo que ellas sean el síntoma de que se haya instalado entre nosotros – posiblemente para no irse nunca más (o quizás porque siempre habitó entre nosotros sin que nos diéramos cuenta) – una cultura de la mediocridad, de la chambonería; una cultura del maestro chasquilla, que hace de todo pero que todo lo hace mal o a medias. Una cultura del descompromiso, en donde ganar o perder da lo mismo; en que hacer bien o mal las cosas no marca diferencia; en la cual estar a la cabeza o la cola de la fila a nadie le interesa o importa. Una cultura en donde la carga se arregla en el camino…………… siempre que se pueda. Una cultura chata, deforme y conformista, en la cual lo importante no es ganar, sino competir. Una cultura en que la culpa de nuestra cojera siempre la tiene el empedrado. Una cultura basada en la desidia………………. una cultura de mirmidones.
Más de una o uno dirá que exagero, pero ¿exagero, en verdad?
Ouden mathn (nada en vano), decía Aristóteles, queriendo expresar que todo lo que existe o hacemos tiene un propósito, afirmación de la que se colgó Tomás de Aquino para explicar la obra divina………….. pero ese es otro cuento. En lo que nos ocupa, NUNCA, NADA y a NADIE debiera darle lo mismo estar arriba o abajo ya que en caso contrario seguiremos como estamos, porque no es lo mismo ganar que perder, porque no es igual ser tartamudo que facundo, ser agradecido que ingrato o ser criminal que inocente.
Por ello, nada en vano, nada a medias: ni en el deporte, ni en la economía, ni en la política, ni es nuestras personales vidas y acciones.
Hagamos las cosas y hagámoslas bien.
¿Las explicaciones? olvidémoslas…………….. porque ya estamos hartos de ellas.
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