viernes, octubre 19, 2007

¡¡Cuidado con las palabras!!

El día de ayer nuevamente nos enteramos de la muerte de un Carabinero en un asalto bancario, a menos de dos meses de la muerte de otro a manos de un vago con cara de volado o de cretino – no se distingue bien -, confeso y sometido a proceso.

Por cierto, este hecho, como el anterior, es total y absolutamente repudiable, lo cual no impide que a la hora de evaluar los dichos y declaraciones de los afectados no pueda uno sorprenderse e, incluso, preocuparse por la relativización de los hechos.

En efecto, en el caso de la muerte del Cabo Vera el Director General de Carabineros, entre dolido y molesto, declaró muy suelto de cuerpo que "matar a un Carabinero es matar al país", sin que nadie dijese nada e incluso contando con el apoyo a sus dichos por parte de las autoridades de Gobierno, lo que me llevó a preguntarme si en esos casos y sólo en esos casos ocurre un atentado en contra de la nación, porque cuando se da muerte a balazos a un trabajador que lucha por sus derechos ¿no es también acaso matar al país?; cuando se apalea impunemente a jóvenes estudiantes secundarios ¿no es también atentar contra el país?; cuando una empresa como Celco paga US $ 8,9 millones a un grupo de pescadores para poder contaminar impunemente ¿no es un atentado al futuro del país y de sus futuras generaciones?; cuando los empresarios no respetan las leyes laborales ¿no es acaso un atentado al Estado de Derecho? y las preguntas al respecto podrían ser casi infinitas.

Ayer, el General Director volvió a hablar, pero esta vez para hacer una velada crítica al accionar de la Justicia, cuando llamó a que los poderes del Estado cumplan con su rol, lo que otra vez me llevó a preguntarme si en este caso y sólo en este caso aquello debe hacerse pues ¿acaso la vida de un Carabinero vale más que la vida de una mujer asesinada por su marido o su pareja?; ¿acaso la seguridad de un Carabinero vale más que la seguridad de una familia asaltada violentamente al interior del lugar más íntimo y preciado que tiene: su casa, su hogar?; ¿acaso sólo debe buscarse con ahínco a los criminales de un Carabinero y dejar que los asesinos de un ciudadano común y corriente anden sueltos por las calles, impunemente?; ¿acaso los derechos de un Carabinero, marido y padre, valen más que los derechos de otros colegas suyos discriminados por el solo hecho de ser homosexuales?

Por cierto, en estos tiempos las palabras no suelen tener el valor que entrañan. Cualquier declaración es posible, desde la frivolidad a que nos tiene acostumbrado el Vocero de Gobierno hasta esta relativización a que ahora nos somete el Sr. Bernales, pues si hay algo que debemos cuidar en democracia es que no haya ciudadanos de primer y segundo orden; que el llevar un uniforme no le otorgue a nadie privilegios por sobre quienes no lo llevamos; que la muerte de una mujer sea tan grave como la muerte de un varón; que la violencia de los jóvenes sea tan seria como la violencia en contra de los jóvenes, etcétera y etcétera.

Por eso, ¡¡cuidado con las palabras!! Primero, con las que se dicen y, por sobre todo, con aquellas que se escuchan y no nos sorprenden, pese a lo que, en el fondo y en su esencia, contienen y sostienen.

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