Perdonen la tristeza.
Pienso, espero y deseo poder encon-trar y leer el libro que le da el título a este post, una especie de biografía del Joaco, en la cual se habla de su primavera comprometida, de su otoño coherente, de su lado golfísimo, del inconformista, de su inusual y reventada vida, de su sólida vocación, de su fidelísima fidelidad a la noche, de su preferencia por los tugurios (mientras más sórdidos, mejor), de la insumisión frente a los madrugadores, de su visión privilegiada acerca de lo que le rodea - un verdadero pozo poético -, de su indudable y permanente lucidez, de su trascendencia como artista de lo meramente musical, de su juventud rebelde, de su exilio londinense, de sus comienzos en España como periodista y cantautor, de su encuentro con Madrid, de su éxito progresivo.
Lo buscaré y lo leeré y quizás sepa quién mierda fue la que le ha robó el mes de abril, qué queda de ese joven aprendiz de pintor y si es verdad que las musas se fueron con el Nano.
No obstante, parodiando al mismo Joaco, me da la impresión que el libro habla, precisamente, de que no hay nostalgia peor que añorar lo que jamás sucedió.
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