sábado, febrero 25, 2006

Los crímenes de Stalin.

Hoy se cumplen 50 años de la denuncia por parte de Nikita Khrushchev de los crímenes ordenados y prohijados por Koba, el Terrible.

Lo siniestro de las atrocidades de Stalin no es que hayan sido consecuencia de la locura de un hombre, sino que lo fueron a nombre de la Razón de un sistema liderado por un sujeto que usó el poder con implacabilidad estremecedora para liquidar a todos quienes pudieran cuestionar su autoridad, con un objetivo fríamente racional y lógico: convertir a la Unión Soviética en un gigante industrial y militar, transformando en profundidad a la sociedad rusa.

Se logró, pero a costa de la vida de veinte millones de personas, inocentes la gran mayoría, y aquí aparece lo que alguien llamó "asimetría de la indulgencia", con la cual se encara el mal en la historia, el mismo mal, desde distintas perspectivas y con distintas medidas, según sea la ubicación del observador y el interés del analista, lo que reabre una cuestión palpitante y moralmente trascendente, porque el mundo entero se ha desgarrado con el holocausto del pueblo judío bajo el régimen nazi, pero nadie - o casi nadie - ha dicho nada acerca de los crímenes de Stalin.

Y cuando digo nadie - o casi nadie - no me refiero a los anticomunistas de derecha, sino a la intelectualidad y las personas de izquierda que son a las que, por haber apoyado directa o indirectamente al régimen soviético, les corresponde revisar la tragedia de ese pueblo, porque cada muerte fue un grano de arena en la balanza de la destrucción moral del comunismo - que terminó por morirse en 1989 - y fue la derrota definitiva del ideal revolucionario de la clase obrera durante el siglo XX.

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