Stephen Hawking, o la fuerza de la esperanza.
Cuando nos aquejan a veces los problemas – físicos, del alma o materiales – tendemos a hacer de ellos un océano de variadas dimensiones; algunos ven sus límites, encuentran el rumbo y salen en alguna playa: otros hacen lo mismo y lo hacen en una playa de arenas doradas y lujuriosas palmeras; unos pocos se ahogan porque no saben nadar y los menos se van nadando mar adentro hasta perderse, producto de su cacotimia, transitoria o permanente.
Frente a esto, no puede pasar inadvertida la enorme entereza de un hombre magnífico y notable, Stephen Hawking, que cumple 64 años el próximo 15 de enero, y que a los 22 años comenzó a sufrir una esclerosis lateral amiotrófica - conocida también como enfermedad de Lou Gehrig -, la cual provoca una lenta destrucción de las células del sistema nervioso central que se traduce en la pérdida de las funciones locomotoras y del habla y que es invariablemente fatal; no obstante, pese a que en la actualidad está absolutamente imposibilitado de valerse por sí mismo, no se ha rendido ante la muerte. Su intelecto, su curiosidad y su entusiasmo nunca han decaído y así el astrofísico británico anunció la semana pasada que piensa realizar un viaje espacial en uno de los primeros vuelos turísticos de la compañía privada Virgin Galactic de aquí a dos años, según lo afirmó en una entrevista publicada por The Daily Telegraph, y este año ha previsto un vuelo atmosférico en estado de ingravidez antes de ir al espacio el 2009 a bordo de un aparato que despega a lomos de un avión y puede transportar seis pasajeros y dos pilotos a unos 120 kilómetros de la Tierra para un cuarto de hora de ingravidez.
Sin duda alguna, el ejemplo del genio puede ser un aliciente para quienes hacen de un malestar de cabeza un acontecimiento majestuoso o de un suceso imprevisto el anuncio del mismísimo fin del mundo.
Frente a esto, no puede pasar inadvertida la enorme entereza de un hombre magnífico y notable, Stephen Hawking, que cumple 64 años el próximo 15 de enero, y que a los 22 años comenzó a sufrir una esclerosis lateral amiotrófica - conocida también como enfermedad de Lou Gehrig -, la cual provoca una lenta destrucción de las células del sistema nervioso central que se traduce en la pérdida de las funciones locomotoras y del habla y que es invariablemente fatal; no obstante, pese a que en la actualidad está absolutamente imposibilitado de valerse por sí mismo, no se ha rendido ante la muerte. Su intelecto, su curiosidad y su entusiasmo nunca han decaído y así el astrofísico británico anunció la semana pasada que piensa realizar un viaje espacial en uno de los primeros vuelos turísticos de la compañía privada Virgin Galactic de aquí a dos años, según lo afirmó en una entrevista publicada por The Daily Telegraph, y este año ha previsto un vuelo atmosférico en estado de ingravidez antes de ir al espacio el 2009 a bordo de un aparato que despega a lomos de un avión y puede transportar seis pasajeros y dos pilotos a unos 120 kilómetros de la Tierra para un cuarto de hora de ingravidez.
Sin duda alguna, el ejemplo del genio puede ser un aliciente para quienes hacen de un malestar de cabeza un acontecimiento majestuoso o de un suceso imprevisto el anuncio del mismísimo fin del mundo.
1 Comentarios:
Hola ¡feliz 2007¡ de una atinadora
carmen maria camacho voy a enlazarte a mi blog.
saludos
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal