Chile entra en la lista roja de las naciones que permiten la piratería.
Hoy hemos conocido la información de que los Estados Unidos ha colocado a nuestro país en la infamante lista roja de las naciones que permiten la piratería.
Han sido muchos los llamados que, desde todos los ámbitos, se han hecho para detener este flagelo - propio de países y sociedades con precarios niveles éticos y sociales -, pero, salvo contadísimas ocasiones, en donde la autoridad decomisa algunos cientos de elementos que con gran pompa son destruidos ante la prensa por un rodillo, no existe ni la voluntad ni el deseo de atacar al centro de generación de esta práctica - a las mafias organizadas para este efecto -, que le cuesta al país millones de dólares en evasión tributaria y que causa un perjuicio enorme a las empresas propietarias de la licencia.
Basta darse una vuelta por el centro de Calcuta-Santiago para ver cómo a vista y paciencia de todos - y pocos metros del palacio de La Moneda, incluso - se venden y transan películas, programas, libros y de lo que se le antoje buscar. Carabineros se pasea por las calles sólo para que los delincuentes que realizan esta práctica recojan rápidamente sus ficheros para volverlos a colocar, para reiniciar el mismo juego una y otra vez, un juego que se parece mucho a las caricaturas del Coyote y el Correcaminos, en que el primero nunca alcanza al segundo y éste se burla impunemente de los esfuerzos de aquel.
Todos - y creo no equivocarme cuando hago esta afirmación - tenemos en nuestros hogares algún CD, algún DVD o algún libro pirateado y probablemente vivamos muy tranquilos, convencidos de que no estamos cometiendo ningún delito o ninguna falta, pero la verdad es que sí estamos cometiendo uno, o al menos nos estamos haciendo cómplices por ello.
Por lo tanto, cuando hay una campaña nacional en pro de la transparencia y a favor de ponerle término a la corruptela, cuando se encuentra en formación el referente Chile Primero y cuando se ha hablado tanto al respecto, bueno sería que cada uno de nosotros comenzásemos a hacernos cargo - desde la unidad de su condición de ciudadano o de chileno, simplemente - de colaborar para acabar con este ejercicio tan deleznable, porque en caso contrario nuestro deseo de alcanzar los niveles de nación desarrollada y civilzada se verán frustrados por actos tan miserables como la piratería organizada.
Exijamos, pues, tanto del Gobierno como del Parlamento medidas concretas y definitivas, haciéndonos cargo de lo que, a cada uno de nosotros, le corresponde en esto, porque no hay que olvidar que la corrupción comienza a veces con la simple práctica de recibir propinas.............. y de comprar lo que se le roba a otro.
Han sido muchos los llamados que, desde todos los ámbitos, se han hecho para detener este flagelo - propio de países y sociedades con precarios niveles éticos y sociales -, pero, salvo contadísimas ocasiones, en donde la autoridad decomisa algunos cientos de elementos que con gran pompa son destruidos ante la prensa por un rodillo, no existe ni la voluntad ni el deseo de atacar al centro de generación de esta práctica - a las mafias organizadas para este efecto -, que le cuesta al país millones de dólares en evasión tributaria y que causa un perjuicio enorme a las empresas propietarias de la licencia.
Basta darse una vuelta por el centro de Calcuta-Santiago para ver cómo a vista y paciencia de todos - y pocos metros del palacio de La Moneda, incluso - se venden y transan películas, programas, libros y de lo que se le antoje buscar. Carabineros se pasea por las calles sólo para que los delincuentes que realizan esta práctica recojan rápidamente sus ficheros para volverlos a colocar, para reiniciar el mismo juego una y otra vez, un juego que se parece mucho a las caricaturas del Coyote y el Correcaminos, en que el primero nunca alcanza al segundo y éste se burla impunemente de los esfuerzos de aquel.
Todos - y creo no equivocarme cuando hago esta afirmación - tenemos en nuestros hogares algún CD, algún DVD o algún libro pirateado y probablemente vivamos muy tranquilos, convencidos de que no estamos cometiendo ningún delito o ninguna falta, pero la verdad es que sí estamos cometiendo uno, o al menos nos estamos haciendo cómplices por ello.
Por lo tanto, cuando hay una campaña nacional en pro de la transparencia y a favor de ponerle término a la corruptela, cuando se encuentra en formación el referente Chile Primero y cuando se ha hablado tanto al respecto, bueno sería que cada uno de nosotros comenzásemos a hacernos cargo - desde la unidad de su condición de ciudadano o de chileno, simplemente - de colaborar para acabar con este ejercicio tan deleznable, porque en caso contrario nuestro deseo de alcanzar los niveles de nación desarrollada y civilzada se verán frustrados por actos tan miserables como la piratería organizada.
Exijamos, pues, tanto del Gobierno como del Parlamento medidas concretas y definitivas, haciéndonos cargo de lo que, a cada uno de nosotros, le corresponde en esto, porque no hay que olvidar que la corrupción comienza a veces con la simple práctica de recibir propinas.............. y de comprar lo que se le roba a otro.
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