La trazabilidad, un reto y una oportunidad para situar a Chile como potencia agroalimentaria mundial.
Hasta hace unos años la calidad de un alimento exportado no quedaba demostrado hasta el mismo instante en que era probado por el paladar del usuario final. Sin embargo, este simple enfoque dio un inesperado vuelco a partir de los atentados del 11-S contra las Torres Gemelas, tras los cuales la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU) publicó la Ley de Seguridad Pública y Preparación y Respuesta ante el Bioterrorismo (2002). Este acotado marco legal estipulaba que se debía proporcionar por adelantado información a la FDA sobre el origen de los alimentos para el consumo nacional, incluidos los importados por ellos.
Dicho escenario se vio fortalecido cuando, en enero de 2005, la Unión Europea estableció la obligatoriedad de la trazabilidad para todos los productos agroalimentarios (Reglamento CE 178/2002), definiéndola como aquel conjunto de acciones y procedimientos técnicos que permiten identificar y rastrear cada alimento, desde su nacimiento, transformación, producción y almacenaje hasta su distribución, brindando con ello información que es considerada de valor para el consumidor.
De este modo, la trazabilidad alimenticia se consolida como un nuevo modelo para evaluar la calidad y seguridad de los alimentos para la exportación, debido a que aporta confiabilidad a los consumidores, tal y como lo explica Jorge Pérez, decano de la Facultad de Administración y Economía de la Universidad de Santiago de Chile (USACH) "es muy importante la trazabilidad de los productos porque entrega confianza a los consumidores desde el origen, en términos de qué insumos y materiales fueron utilizados en la elaboración de los productos".
Una opinión similar ofrece Maite Jiménez, decano de la Facultad de Recursos Naturales de la Universidad Católica de Valparaíso de Chile: "la trazabilidad aporta principalmente confiabilidad a los productos que se comercializan, y por tanto, una gestión más certera al momento de resolver problemas, ya que el eje de ésta es registrar la historia del producto". Considerando lo anterior, la trazabilidad representa todo un desafío para los países que viven casi exclusivamente del comercio exterior como Chile.
El desafío de la trazabilidad alimenticia
En la última década, el crecimiento económico de Chile ha descansado en una política de liberalización del comercio, que le ha permitido sellar importantes Tratados de Libre Comercio (TLC) con las principales economías del mundo y la región. En 2006 sus exportaciones totalizaron aproximadamente 58.116 millones de dólares –según un informe dado a conocer por el Banco Central de Chile-, gracias a los acuerdos que mantiene con EEUU, Europa (EFTA), Corea, China, Canadá, México, Colombia, Perú, Panamá y Centroamérica, a los cuales se suma el reciente TLC con Japón que ya entró en vigor. En síntesis, un listado que incluye cerca de 40 economías diferentes y donde la industria alimenticia local ha jugado un papel protagonista, ofreciendo un abanico de productos premium para exportación entre los que destacan el vino, el salmón, los mariscos y ciertos tipos de frutas.
A juicio de Alex Medina, decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad del Bío-Bío, la trazabilidad alimenticia se ha convertido en una herramienta crítica que puede dotar a Chile de importantes ventajas comparativas, "para competir con éxito en los mercados externos hay que desarrollar una estrategia de diferenciación por calidad, por lo que en este contexto la trazabilidad de los productos agroalimenticios es fundamental, ya que nos otorga una ventaja sobre otros países al ofrecer productoscuyo origen, ciclo productivo y de distribución aseguran el cumplimiento de normas de calidad. Chile perfectamente puede transformarse en una potencia agroalimenticia en la medida que se siga avanzando en la gestión de las empresas agrícolas, y su enfoque esté orientado hacia mercados que exigen productos más exclusivos y de elevada calidad".
La barrera de la tecnología y su elevado costo
Dicho escenario se vio fortalecido cuando, en enero de 2005, la Unión Europea estableció la obligatoriedad de la trazabilidad para todos los productos agroalimentarios (Reglamento CE 178/2002), definiéndola como aquel conjunto de acciones y procedimientos técnicos que permiten identificar y rastrear cada alimento, desde su nacimiento, transformación, producción y almacenaje hasta su distribución, brindando con ello información que es considerada de valor para el consumidor.
De este modo, la trazabilidad alimenticia se consolida como un nuevo modelo para evaluar la calidad y seguridad de los alimentos para la exportación, debido a que aporta confiabilidad a los consumidores, tal y como lo explica Jorge Pérez, decano de la Facultad de Administración y Economía de la Universidad de Santiago de Chile (USACH) "es muy importante la trazabilidad de los productos porque entrega confianza a los consumidores desde el origen, en términos de qué insumos y materiales fueron utilizados en la elaboración de los productos".
Una opinión similar ofrece Maite Jiménez, decano de la Facultad de Recursos Naturales de la Universidad Católica de Valparaíso de Chile: "la trazabilidad aporta principalmente confiabilidad a los productos que se comercializan, y por tanto, una gestión más certera al momento de resolver problemas, ya que el eje de ésta es registrar la historia del producto". Considerando lo anterior, la trazabilidad representa todo un desafío para los países que viven casi exclusivamente del comercio exterior como Chile.
El desafío de la trazabilidad alimenticia
En la última década, el crecimiento económico de Chile ha descansado en una política de liberalización del comercio, que le ha permitido sellar importantes Tratados de Libre Comercio (TLC) con las principales economías del mundo y la región. En 2006 sus exportaciones totalizaron aproximadamente 58.116 millones de dólares –según un informe dado a conocer por el Banco Central de Chile-, gracias a los acuerdos que mantiene con EEUU, Europa (EFTA), Corea, China, Canadá, México, Colombia, Perú, Panamá y Centroamérica, a los cuales se suma el reciente TLC con Japón que ya entró en vigor. En síntesis, un listado que incluye cerca de 40 economías diferentes y donde la industria alimenticia local ha jugado un papel protagonista, ofreciendo un abanico de productos premium para exportación entre los que destacan el vino, el salmón, los mariscos y ciertos tipos de frutas.
A juicio de Alex Medina, decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad del Bío-Bío, la trazabilidad alimenticia se ha convertido en una herramienta crítica que puede dotar a Chile de importantes ventajas comparativas, "para competir con éxito en los mercados externos hay que desarrollar una estrategia de diferenciación por calidad, por lo que en este contexto la trazabilidad de los productos agroalimenticios es fundamental, ya que nos otorga una ventaja sobre otros países al ofrecer productoscuyo origen, ciclo productivo y de distribución aseguran el cumplimiento de normas de calidad. Chile perfectamente puede transformarse en una potencia agroalimenticia en la medida que se siga avanzando en la gestión de las empresas agrícolas, y su enfoque esté orientado hacia mercados que exigen productos más exclusivos y de elevada calidad".
La barrera de la tecnología y su elevado costo
Dentro de este contexto, la demanda de herramientas informáticas avanzadas para el seguimiento, registro y control del alimento, capaces de brindar trazabilidad completa desde el origen hasta el destino, ha crecido de forma exponencial en Chile. Soluciones de software, códigos de barras, sistemas RFID, dispositivos para la sincronización de la información y la captura de datos, instrumentos de tracking y WMS (Warehouse Management System) para la automatización del proceso de almacenaje, que ofrece identificación y control del número de serie y lote de los productos en bodega, están a disposición del mercado.
De hecho, las empresas del rubro salmonero ya cuentan con sofisticadas arquitecturas capaces de rastrear desde la ova - huevo de los salmones hembras - hasta la entrega del salmón al cliente final. Esto implica que a través del código de barras es posible conocer el número del lote e identificar la ova desde donde provino el salmón.
Pero, ¿quienes están invirtiendo en este tipo de herramientas? "Las grandes compañías", señala Jorge Pérez. Para las pequeñas y medianas empresas (Pymes), explica que la trazabilidad se ha convertido en una barrera de entrada, dada esencialmente por el precio de las tecnologías. "La trazabilidad es un proceso de alto coste fijo en términos de que hay que montar plataformas de información para monitorear y, aunque a largo plazo se recupera esta inversión, resulta duro para una Pyme", apunta.
Quien también coincide con esta visión es Alex Medina, que destaca la toma de conciencia en torno a la relevancia del uso de soluciones de trazabilidad. Naturalmente, indica que "hay muchas diferencias entre la gran empresa y la pequeña, pero cada vez hay mayor conciencia acerca de la importancia de la trazabilidad y hay ejemplos muy claros de firmas en la región del Bío-Bío que han enfrentado la exportación de productos premium con mucho éxito".
A juicio de Jorge Pérez, se ha gestado un avance significativo en la gestión exportadora de las compañías agrícolas. No obstante, alude a una práctica de "seguir haciendo las cosas de la misma forma", principalmente entre los pequeños productores. "El gran problema está radicado en el pequeño productor, quien continúa con su sistema tradicional de producción, complicando aún más su situación", señala.
Además del tema de los costos, también hay otro factor a tener en cuenta y que guarda relación con la madurez de las compañías chilenas. Y es que éstas aún no internalizan las ventajas competitivas que se pueden obtener con la utilización de instrumentos de trazabilidad. "Desde el punto de vista de la ingeniería, hemos visto que las empresas aún no ven claramente los beneficios que puede significar la implementación de sistemas de trazabilidad", señala Tomás Burón, Gerente General de Burón S.A. –compañía proveedora de sistemas electrónicos de trazabilidad-. Pero en el momento en que las exigencias de los mercados internacionales aumenten, dice, "habrá una gran demanda".
En opinión de Patricio Salgado, Product Manager de Demarka - dedicada a la identificación de productos, a través de sistemas de etiquetado, codificación, rotulación y trazabilidad -, las firmas locales están esperando a que los requerimientos de trazabilidad para exportar se tornen aún más rigurosos y "las compañías hacen sólo lo justo y lo necesario, porque tampoco son tantas las empresas que exportan con altos grados de exigencia al mercado internacional. Algunas firmas tienen proyectado incorporar trazabilidad a sus procesos, pero están esperando a que sea estrictamente necesario para hacerlo".
El factor cultural, otra barrera
Maite Jiménez asegura que la variable cultural es una importante barrera para que las Pymes adopten la trazabilidad como propia. "Las Pymes están en una continua lucha por sobrevivir y eso las atrapa en el día a día. La trazabilidad en lo inmediato involucra un cambio en el seguimiento del producto ("de la cuna a la tumba"), pero en el transcurso del tiempo significa hacer las cosas de otra manera, un cambio de enfoque sobre la responsabilidad hacia el consumidor. En la práctica, sólo la irán adoptando a medida que se les cierren las oportunidades para acceder a nuevos mercados. Más que un asunto de voluntad o recursos, la trazabilidad tiene que ver con el quehacer de la Pyme; su situación no les permite tomarse el tiempo necesario para evaluar o invertir en el futuro, cosa que las grandes compañías sí pueden hacer".
La decano detalla que, definitivamente, el hecho de ser una Pyme aporta ciertas características organizacionales que impiden ver la necesidad de implementar cambios o innovaciones como la trazabilidad. "Una conducta usual en las Pymes es el reaccionar a corto plazo, vale decir, si no se cierra el mercado, si no se impone una ley que penalice y prohíba, la Pyme no reacciona. En general, la Pyme confunde lo urgente con lo importante, y lo urgente para la Pyme no es la competitividad, sino el aumentar los flujos de caja para tener sustentabilidad".
Por lo tanto, la asociatividad entre empresas con similares características y el apoyo estatal se presentan como la fórmula para enfrentar con éxito la barrera de los costes, según asevera Jorge Pérez. "Indudablemente, la asociatividad entre compañías con rasgos similares y el apoyo estatal a través de ProChile - Dirección de Promoción de Exportaciones, perteneciente a la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile - y Corfo - Corporación de Fomento de la Producción -", son la solución para que las Pymes integren a sus procesos sistemas de trazabilidad y opten a una mayor competitividad. Maite Jiménez también apunta a la cooperatividad, aludiendo al concepto de desarrollo de "redes colaborativas" para alcanzar tales objetivos.
De igual forma, Jorge Pérez recalca que la asociatividad es el camino para que las Pymes procuren mayor información y comprendan el impacto crítico que tiene la trazabilidad para generar una oferta de productos con mayor valor agregado. "Hay que satisfacer a consumidores cada vez más informados que desean saber exactamente cómo fue procesado, almacenado y transportado el producto que ellos consumirán en destino. El viejo adagio de que los mercados necesitan información para poder operar eficientemente, comienza a cumplirse".
El consenso entre los académicos es que mientras mayor sea el aporte informativo en torno a la cadena productiva, mayor será el retorno de la inversión que obtendrán las Pymes en el transcurso del tiempo, sin mencionar su creciente participación en el comercio internacional. En este sentido, Alex Medina enfatiza que los recursos de las Pymes tienen que estar focalizados en mercados como Europa y Asia. "La trazabilidad es una oportunidad para estrechar la relación comercial con mercados desarrollados como Asia y Europa, por lo que es a esos mercados donde debemos destinar nuestros mayores esfuerzos, ya que en el caso de otros países tales como Malasia y Vietnam (con quienes Chile actualmente negocia potenciales TLC’s), sus requerimientos respecto del origen de los alimentos son menores".
Maite Jiménez sentencia que "con la firma de los últimos TLC’s, a las Pymes chilenas sólo les queda una opción y es comprender que hay nuevas reglas para comercializar. La trazabilidad es una de ellas y desafortunadamente quien no entienda que el mundo se maneja con este nuevo código, será desplazado del mercado".
En conclusión, los expertos en la materia coinciden en que, mientras las pequeñas empresas no maduren, procuren el trabajo mancomunado y el financiamiento requerido, no serán actores principales del cambio cultural que engloba esta realidad denominada trazabilidad, y no se va a generar ningún efecto dominó en el país para situarlo como una potencia alimenticia en el escenario internacional, tal y como algunos expertos previeron hace algún tiempo.
Tomado de Wharton.Universia
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal